viernes, 16 de diciembre de 2016

Refundación cotidiana de la ciudad





Merecedor del séptimo lugar en el

1er Concurso Anual de Ensayos ¿Política vs. Ciudad?

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MEMORIA Y CONVIVENCIA

José Javier León

Introducción 
Una ciudad no es nunca una ciudad, o mejor, la ciudad. Una ciudad es siempre la cambiante de cada uno, de todos los que la conocen, la viven o visitan, o que aún sin haberla visitado ni vivirla creen conocerla, la intuyen o la suponen, incluso la sueñan. La ciudad es las ciudades de todos y cada uno.
La ciudad es, siempre, la que de pronto se nos aparece sin forma definida pero densa y vívida en la memoria, sea como reconstrucción de hechos vividos o simplemente soñados. La ciudad es siempre una ciudad particular y móvil, un visaje, una imagen que se tiene y se diluye, una presencia que se borra y se rehace, un ser que está y no está, y que pleno y entero en nosotros –hasta donde creemos estar plenos y enteros- es siempre memoria.
Lo interesante de pensar cualquier cosa u objeto es que, puestos con toda nuestra atención a hacerlo, este se desvanece, exactamente como esas sombras en el infierno que reciben el vano abrazo. A fin de cuentas, qué es lo real y concreto, en especial cuando se trata de un objeto que está hecho de nosotros (de lo que creemos que somos), de nuestras creencias, sueños y aspiraciones. Y no podemos recurrir al expediente objetivista de señalar la ciudad en un mapa, o de asentar nuestros reales saber y entender en el piso firme y decir, aquí donde estoy, piso esta mi ciudad. Cuando ello hacemos somos nosotros los que nos afirmamos, no la ciudad que sigue intacta, lejana, absorta.
Podemos decir, soy la ciudad, somos la ciudad, esto que soy en el somos, con conocidos y desconocidos, este tramado en el entramado es la ciudad. La definiría como el espacio y tiempo de mis relaciones, las cuales dependerán de lo que me rodea, de lo que va más allá y depende en absoluto de mi, de los otros y sus ritmos, de todo y sus tensiones. La ciudad es mi ciudad siempre y cuando entienda casi como un fato que soy yo en medio de circunstancias que se cruzan y entrecruzan para disponer, permitir, hacer posible, impedir, posponer, transponer, mis pasos, en función de mis metas y objetivos. En la ciudad, una cosa es lo que pensamos, otra lo que llega a ser en el concurso de todo lo que en definitiva existe. Ocurre lo que el azar, la suma de todos los posibles, esa otra memoria del mundo, dispone.
Podemos soñar posibles, pero la ciudad y su mandala dispondrán de nuestros pasos, organizándose con cada movimiento, con cada gesto, acomodándose a las ondas o vibraciones que genera el hacer y el deshacer, el conjunto y el latido de cada cosa en el tiempo y el espacio.
La ciudad es interior pero nuestros pasos extrañamente seguros, dan cuenta de su realidad, de su presencia. La ciudad se hace con nuestro hacer: tejido y entretejido.

Nacen las ciudades
Como fruto del encuentro de muchos, tras relaciones cada vez más complejas. Nació la ciudad cuando aparecieron los desconocidos. Cuando los mismos dieron paso a los otros, a los de aquí y de allá que de pronto se comenzaron a cruzar en nuestros pasos cotidianos pero ya no los reconocíamos, ni sabíamos de su existencia y nos pareció –de pronto- que la misma era indiferente. Cuando el nosotros se elevaba por sobre las conciencias y los reconocimientos y una masa cada vez más anónima formaba parte de ese nosotros. ¿Cómo vivir y convivir con desconocidos? He aquí la constitución de la ciudad, el sentido y el fin último: la construcción política de una familiaridad. “Hoy en día las ciudades no solo deben ser vistas como puntos políticos, administrativos, turísticos, etc., sino como conglomerados de diferencias” (Lema O., 2001).
La ciudad confiere, ciertamente, un aire de familia. Cargamos la ciudad encima, en nuestra piel, en nuestros movimientos, en nuestra voz. Nos reconocemos o hacemos parte de ella. Nos forma y conforma. Esos rasgos comunes nos hacen los mismos y distintos, nos encuentran aunque exista –como de hecho- abismos entre nosotros. Somos unidades esquivas, pero en la ciudad somos nosotros.
¿Qué nos llevó a este encuentro? Los que hemos nacido dentro apelamos a la imaginación, porque la ciudad nos ha recibido con su aquiescente ignorancia. Somos para ella números, estadísticas, dígitos. Somos para una parte de aquel nosotros un nosotros más íntimo, más cerrado. Pero más allá, lo(s) desconocido(s) se abren y cierran como valvas de un mundo in-diferente.
Porque la ciudad es, también, este nosotros de aquí, lo que vamos construyendo paso a paso, contacto a contacto, un espacio-tiempo de relaciones que se tienden y distienden configurando lo que podemos llamar a ciencia cierta –acaso lo único verdaderamente cierto-: la ciudad en la que vivo. ¿Más allá, es nuestra? ¿Más allá de los acuerdos que llegamos en familia, amigos y conocidos, disponemos de más? Fuera del círculo está(n) lo(s) desconocido(s). Avanzamos si nos toca –siempre nos toca- por entre disposiciones que no podemos determinar. Nos abrimos paso haciendo mano de lo familiar y de un conjunto sutil y minucioso de normas, acuerdos, creencias, estipulaciones que nos en-marcan, nos protegen, nos guardan de la violencia anónima. La ciudad es protección contra lo(s) desconocido(s). Si esta definición caduca, la ciudad se desintegra, pierde cohesión y coherencia, ya no puede ser percibida como unidad trascedente y sus miembros actuarán como corpúsculos extrañamente sociales –asociales dicen algunos- integrados por des-conocidos que se saben distantes y huraños.
La ciudad hoy puede ser la derivación de estos cuerpos puestos en relación física, geográfica. Mas no, digamos, espiritual. Se asientan en un espacio, pero no comparten –entre/como cuerpos-: sueños y proyectos. No habría exactamente una ciudad sino un conjunto de seres extraños que mantienen la unidad sólo vista desde lejos y en abstracto. En otras palabras, unidad percibida como fragmentación, desde una distancia crítica y por un sujeto anónimo y en verdad, Nadie, que contempla sin entusiasmo un agregado de cuerpos disgregados. Una ciudad que ya no es una ciudad, ni la ciudad… que ya no responde a la reconfiguración de esa construcción histórica que permitió reunir lo des-conocido y hacerlo confluir trascendiendo la violencia.
¿Qué ha reaparecido? Un concepto romántico, si se quiere, de ciudad. Una aspiración de unidad, un conjunto de lo diverso que confluye en un tiempo-espacio. Pero al acecho, la violencia que rompe y fragmenta; y en seguida, la reconfiguración de los fragmentos, todo ello aparejado en un proyecto de ciudad que va más allá de los sueños de sus miembros, para ser parte de un proyecto des-almado, sin nosotros, que estrictamente se hace y rehace al ritmo de intereses abstractos y desmedidos.
¿Somos parte de esa ciudad? Sí, en tanto presencia, aunque su proyecto no sea el nuestro y no parezca responder ni sea la suma de nuestras aspiraciones. La ciudad corpuscular no es la suma de proyectos, sueños y deseos de sus miembros; más bien los parasita, devora y crece para nada y para nadie. Aunque en la fragmentación, comparto la hipótesis de la calle como conexión y sutura: “La calle bajo esta mirada entre-teje e interconecta códigos genéticos diferentes mediante la confluencia e interacción de flujos múltiples y cambiantes en el espacio-tiempo” (Quintero, et al.: 2010)
Antes que la ciudad fragmentada prefiero pensar la ciudad unida, que nos trasciende y acoge (a) lo(s) desconocido(s), y nos permite vivir y soñar juntos y en conjunto. Una ciudad que tiene un centro como tiene un destino; que tiene pasado y futuro. Y su presente, la composición estocástica de todos nuestros pasos.
La ciudad como proyecto humano, a la medida de nuestros sueños y proyectos. Para decirlo con Robert Ezra Park, comunidad humana “definida como un agregado de organismos espacialmente localizados y arraigados que conforman una estructura social a través de un conjunto naturalmente reglado de interacciones” (1999: 30)
Si la ciudad nace cuando aparecen los desconocidos, esos que sentimos familiares sólo porque tienen el aire de familia de nuestra ciudad, pero también esos que sabemos que no son de aquí, y que por diversas circunstancias nos visitan o la habitan, en fin, si los que formamos de una u otra manera parte de la ciudad somos desconocidos que confluyen en un tiempo y espacio, cómo es que podemos hablar de “nuestros sueños y proyectos”. Hasta dónde llega ese lo nuestro, qué lo define. La ciudad sin duda, es un proyecto colectivo que se intuye, que trasciende a todos los que la habitamos pero que depende de todos para hacerse. Podemos –como de hecho- no sabernos, pero la ciudad, ese proyecto trascendente, de alguna manera nos sabe. Como si la ciudad fuera un organismo vivo, como si viviera no sólo por nosotros sino de nosotros. La ciudad sin nuestros proyectos (de ciudad) no existiría. Es lo que somos; aunque nosotros mismos no sepamos muy bien lo que somos la ciudad sin embargo, nos define, se nos muestra, nos da la cara, es nuestra cara.

¿Queremos saber quiénes somos?
Un ejercicio interesante sería interrogar la ciudad. Si la recorremos, si la conocemos, nos recorremos y reconocemos. La ciudad siempre ofrecerá recodos desconocidos, no alcanzamos a conocerla toda, aún cuando sea pequeña y creamos que no nos guarda secretos. La ciudad tiene zonas de misterio, y es bueno que así sea, por demás, así somos. Nosotros mismos nos desconocemos, aunque el espejo al igual que las calles cotidianas nos reflejen, nos devuelvan nuestros rostros y pasos.
Interroguemos la ciudad como ejercicio. Caminemos sin fin ulterior salvo sentir el paso inconsútil del tiempo, para que el espacio gane en ingravidez, no pese, y con él, nos elevemos nosotros a otra instancia, a lo humano sencillamente. Y si somos dos los que caminamos juntos, hacerlo como dos abismos que se rozan y se hunden nuevamente en sí mismos, reconciliados y en paz. Podemos interrogar la ciudad no ya para sabernos en el silencio de la intimidad, sino para encontrarnos en el bullicio de la vida colectiva. Preguntemos al parque, a la plaza, a la calle, a los edificios, mirémoslos con curiosidad benevolente y acaso aparezcamos en una dimensión desconocida. Somos la ciudad que hacemos. ¿Nos deja indiferentes el cúmulo de desperdicio, la devastación, el ruido sin sentido, la demolición? ¿Pasamos por encima de las cosas sin preguntarnos, porque estamos ocupados sólo en nosotros? ¿Es que ese nosotros puede estar separado de las cosas que nos rodean, que pisamos, desplazamos, desconocemos? Interrogar es ya parte sustancial de la conciencia: posiblemente no haya tarea más ardua que preguntarnos por las cosas, hacerlo no nos acerca necesariamente a una respuesta pero sí a nosotros mismos. Interrogar la ciudad es preguntar-nos por nosotros. La pregunta nos des-cubre. La respuesta sin embargo, es una exterioridad a la que podemos estar o no dispuestos, no sólo a recibirla, sino a formularla.
Cuando interrogamos un fragmento de la ciudad, digamos una autopista, ¿podemos descubrir-nos? Decimos ¿está hecha para nosotros o la sentimos indiferente, ajena, extraña, como un absceso, no un acceso? ¿La ciudad nos excede? Acaso la ciudad llegue hasta donde las preguntas prometen respuesta. Más allá, el proyecto colectivo se desdibuja y en la dilución, se pierde la ciudad y con ella (el) nosotros.
La ciudad convierte en familiar lo desconocido. Pero si es así, ¿cuándo entonces lo desconocido nos arrasa hasta convertir la ciudad en un todo incomprensible, inabordable? Sin duda hay un límite que no creo lo ofrezca sólo el tamaño o la dimensión. Nuestro conocimiento de la misma lo establecen las relaciones, los espacios que abordamos para la satisfacción de necesidades diversas, según los proyectos e iniciativas que nos tracemos. Vivir en una ciudad implica que puede ser recorrida a todo lo largo y ancho, o bien, que dada la densidad de los servicios que residan en “nuestra zona” no necesitemos ir más allá sino de manera excepcional. La verdad, adaptamos el conocimiento de la ciudad (y la memoria y la capacidad de proyectarnos en el tiempo para responder a lo des-conocido) a nuestros proyectos vitales. Crece o se redimensiona la ciudad de acuerdo a nuestras necesidades. Pero lo más común es, sin duda, que no veamos a la ciudad entera como tal pues, en la cotidianidad no alcanzamos a ver sus límites, vale decir no abarcamos la totalidad. Atendemos a lo contingente y es en esa escala (corpo – local) que somos circunvalados por fragmentos de extraña familiaridad, desconocidos que responden a patrones, a matrices, a ejercicios de aventura equilibrada, de sorpresa controlada. “El espacio, como lo plantea Ana Martínez Barreiro, es la otra dimensión de nuestra experiencia del cuerpo y de la identidad” (2004: 135). Y “Sin un sistema de creencias ampliamente compartidas –complementa Kotkin-, resultaría extremadamente difícil concebir un futuro urbano viable” (2007: 283)
Ir más allá del límite o hasta donde sentimos que la ciudad nos es del todo desconocida, supone dejar de pertenecer –al menos momentáneamente- al proyecto que intuimos. La ciudad desconocida y nada familiar puede llegar a paralizar y a negar la aventura de adentrarse en ella y re-conocerla. 
Inquirir sobre la ciudad nos interpela. La pregunta que hacemos nos revela. Mas con respecto a la ciudad, de dónde nacen nuestras preguntas. De paso, no hacérnoslas deja en evidencia nuestra indiferencia… Ahora bien, interesados en la ciudad y conscientes de que las preguntas nos descubren, apelamos a una suerte de corazón de la duda el mismo que se encuentra en el origen mismo de todas las cosas y por ende, de las ciudades; ciertamente, la ciudad nace con las preguntas.
Quien pregunta –sobre la ciudad- está parado en/frente/ante una nada fundadora. [Valga considerar que “En la pregunta es necesario el oyente, es un elemento no prescindible. La interrogación cobra sentido por la presencia de un oyente que responde” (Ruiz, 35) pues “el otro nos despierta a la palabra” (Panchi, 2004: 189)] Esa nada primordial fundó y en cierta medida funda la ciudad, y la memoria de esa fundación permanece y reaparece cada vez que asistimos en la ciudad a los espacios donde se funden las palabras con el silencio –templos y plazas- y se gestan los más profundos intercambios simbólicos.
En el silencio nacen las palabras, en el vacío nace el espacio. En el silencio nacemos nosotros, renacemos; en el vacío nace la ciudad. Sólo renacidos, renovados, hechos uno con nosotros mismos, volvemos reconciliados al otro, y ese re-encuentro es el que funda los espacios para la vida.


La ciudad como proyecto
Entiendo la ciudad como espacio vital, pleno de vitalidad, siempre y cuando sea reconstruido sobre las bases primordiales del silencio y el vacío. “Este papel sagrado ha sido ignorado con demasiada frecuencia en los análisis contemporáneos sobre la condición urbana” afirma Joel Kotkin (2007: 282). En efecto, una ciudad sin espacios primigenios, es decir, sin templos, plazas ni parques donde rehacernos en (el) silencio, carecería de la memoria de la fundación, esto es sin la huella de la reconciliación. Esta puede no ser del todo consciente, en realidad raramente lo es, pero sin duda apela a lo que nos habita hondamente en tanto que seres humanos y por ende, sociales.
Somos además y fundamentalmente en el tiempo. Los seres humanos somos animales simbólicos porque experimentamos el tiempo como espacio y duración. De ahí que la ciudad (como espacio) y en especial la huella de su fundación, aparezca cuando nos distendemos en el tiempo, cuando la existencia se expande y dura. De ahí que la fugacidad –no lo efímero- contribuya al deterioro de la vida citadina, al llenar la cotidianidad de momentos sin espesor, sin duración, vacíos. Sólo en el tiempo somos humanos por eso la necesidad de cultivar el tiempo creando –en la ciudad- zonas de demora. Bulevares, corredores, paseos, incluso  salas de espera, pero en todo caso despejadas del consumo de mercancías, es decir, diseñadas para consumir tiempo, en primera instancia y de manera fundamental.
Sabemos que el mercado ha convertido la espera en bolsas de tiempo para el consumo y de lo que se trata en cambio, en el caso de la tesis que sostengo, es de consumir tiempo para la vida. Para ser más y mejores seres humanos y para que la ciudad prometa permanencia debe aspirar a crear espacios dedicados a sentir con fruición el paso del tiempo. No es fácil, porque el mercado no está dispuesto a “invertir sin retorno inmediato” y no siempre acepta que el Estado lo haga utilizando las exacciones de ley, es más, pudiera a la bandolera saltarse las leyes que contribuyan a la generación de derechos ciudadanos inmateriales. Consumir (mercancías) es la regla de oro, y las ciudades están hechas ciertamente para el consumo de éstas, pero no es precisamente éste lo que garantiza su duración, sólo el consumo cultural del tiempo las perpetúa y las hace memorables.
Proyecto político: ralentizar la vida ciudadana para que podamos en compañía gustar el paso del tiempo. Ideal ciudadano: llenar las horas de ocio compartido en espacios públicos. Pero, ¿quiénes tienen tiempo para el ocio…? La democracia cultural sin duda, tiene un indicador en la cantidad de ocio per cápita. “El ocio resulta, pues, un factor a tener muy en cuenta cuando tratamos de aproximarnos al bienestar de las personas en un sentido más amplio que el que vendría definido exclusivamente por los aspectos materiales que contempla el PIB y puede que más fiable en determinadas circunstancias (una vez alcanzados unas mínimas condiciones materiales)” (Gabaldón et. al., 2005: 6)
La construcción del tiempo compartido como parte de la gestión pública ha de ser una práctica municipal propia de burgomaestres (del alemán “bürg” ciudad y “meister” maestro) –menos de alcaldes… (del árabe al-qadi el juez) comprometidos con la dimensión espiritual de los ciudadanos. Desvivimos la ciudad en la velocidad insensata y sin destino, en cambio la vida plena la experimentamos en la detención, en el regusto de las horas, en los tramos de luz y sombra, en los interregnos crepusculares, en el silencio y la contemplación, en la grata posibilidad de caminar sin apremios externos. En definitiva, la ciudad debe ser pensada y construida para los niños, las mujeres embarazadas, los ancianos y los viandantes. Sus ritmos e intereses son una buena medida para diseñar espacios, escalas y lugares. Y sobre esta base, levantar lo demás. Sobre los fundamentos de la vida, alzar los andamios de la convivencia.
En el silencio y el vacío somos nosotros, pero alcanzamos la igualdad originaria cuando somos uno con todos. No (sólo) como conocidos sino esencialmente como desconocidos que se saben y reconocen. Y si la ciudad nace cuando surgen los desconocidos, la convivencia ciudadana se establece cuando re-cordamos –cuando traemos al corazón- la huella de la fundación, de aquel silencio y aquel vacío que nos constituyó como humanos.
¿Cuándo con-vivimos? Cuando respetamos al otro, cuando sabemos que somos iguales pero distintos. Cuando respetamos sus silencios y sus palabras. Sus espacios. Cuando recordamos los elementos fundadores de la vida y por ende, de la vida en (la) ciudad.
Porque, qué es la política sino (el) vivir en la ciudad. Y no simplemente vivir, sino convivir. La política no es una actividad individual sino colectiva. Una acción que se ejerce con los otros. Un proyecto común. De ahí la necesidad de tejer espacios para el encuentro, para lo colectivo. Espacios además, para que las palabras sean. Porque lo colectivo sólo puede darse efectivamente si hay palabras de por medio. Para decirlo de otra manera, sólo las palabras hacen nacer lo colectivo, lo común. Y etimológicamente, lo co-mun (del indoeuropeo Ko enteramente, globalmente; y del latín arcaico munis, compuesta por mei intercambiar y nes lo social) es el fundamento de las instituciones que a su vez constituyen los nodos que tejen la vida de la polis, la vida política.
Si la ciudad por antonomasia es el lugar de las palabras, su negación es el vacío de las cosas. Por eso es fácil relacionar las plazas y los templos con las palabras que rozan el silencio y lo humano trascendente, e incluso el mismo mercado, como ha sido y lo fue desde siempre. Porque como ha dicho Ítalo Calvino “Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos”. Y en efecto, si el mercado se vacía de palabras y se llena de cosas –vale decir, se colma de mercancías y los seres humanos desaparecen- las palabras se borran y las cosas sin alma/desalmadas pasan a reinar en el vacío. Es la muerte de la política, y en consecuencia la muerte de la ciudad. Joel Kotkin, por cierto, compara los rascacielos con las catedrales y mezquitas, pero su carácter sagrado (y fundador de ciudades) no lo tienen las torres de acero, vidrio y hormigón que, al ser “esencialmente estructuras comerciales, se suponía que poco podían decir acerca de un orden moral o una justicia social duraderos. Construidas principalmente en aras del beneficio y por intereses privados, asimismo tampoco podían proteger a la ciudad del ataque de quienes trataban de imponer otras visiones, radicalmente distintas, del futuro urbano” (2007: 177).
La ciudad es el lugar de encuentro de los iguales desconocidos, porque condición del diálogo (del griego dia a través; logo palabras) es la igualdad, la construcción racional del equilibrio. Los iguales pueden con-versar incluso en el silencio (pues parten del reconocimiento y del respeto) y al momento de los intercambios logran en consenso y acuerdo, entregar lo equivalente. “Los acuerdos comunicativos, dice el ecuatoriano Luis Augusto Panchi, constituyen la sociedad, son la médula de la política y permiten la superación de los conflictos a través del establecimiento de reglas para el funcionamiento del mercado y la distribución de los bienes” (2004:328). La política es la construcción racional e intersubjetiva del equilibrio, la eliminación progresiva de las desigualdades.


Referencias
Gabaldón, et al. (2005) “Las diferencias regionales en el bienestar: Un análisis desde la perspectiva del ocio” [Consultado en http://www.aecr.org/web/congresos/2005/ponencias/p114.pdf] Alcalá de Henares
Ezra, Robert P. (1999) La ciudad y otros ensayos de ecología urbana. Ediciones del Serbal. Barcelona
Kotkin, Joel (2007) La ciudad. Una historia global. Debate. Caracas
Lema O. Lucila (2001) “Los rituales de la cotidianidad”. Revista Yachaikuna, 1, marzo 2001
Martínez B., Ana (2004) “La construcción social del cuerpo en las sociedades contemporáneas”. Universidad de A Coruña. Departamento de Sociología y Ciencia Política y de la Administración. Papers 73 [Consultado en www.raco.cat/index.php/Papers/article/download/25787/25621]
Panchi, Luis Augusto (2004) De ética económica a eonomía ética. FLACSO –Abya Yala- Icala. Ecuador
Quintero, et al. (2010) “La calle: entretejido de fragmentos urbanos en la ciudad híbrida”. En: Ciudad y Arquitectura. 4º Grupo. Simposio La Serena. nº 68 – enero / febrero 2010
Ruiz, Emilia (1987) “La interrogación en Aristóteles”. [Consultado en https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/57860.pdf]








martes, 8 de noviembre de 2016

LA UNIVERSIDAD PRODUCTIVA VISTA DESDE EL PFG COMUNICACIÓN SOCIAL DE LA UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA (Proyecto de Investigación)

TÍTULO DE LA INVESTIGACIÓN

LA UNIVERSIDAD PRODUCTIVA VISTA DESDE EL PFG COMUNICACIÓN SOCIAL DE LA UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA

2.    PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

Qué considera estratégico el Estado
“El ministro del Poder Popular para la Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología (MPPEUCT), camarada Manuel Fernández, el pasado 23 de enero le dio una tarea a las instituciones universitarias del país a través de la solicitud de proyectos prácticos y de impacto en cinco áreas prioritarias como son: a) Agrícola, desde la perspectiva del mejoramiento de la productividad. b) Alimentación, relativa al procesamiento y distribución de alimentos. c) Salud, con énfasis en la recuperación del equipamiento y la producción de medicamentos. d) Automatización, para incrementar la productividad del trabajo y e) Servicios públicos, con énfasis en tres urgencias de nuestra población: agua (potable y servida), electricidad y manejo de desechos sólidos.” Alexis Adarfio Marín, publicado en Aporrea (http://www.aporrea.org/educacion/a202020.html)

Qué consideramos estratégico desde el PFG Comunicación Social
Al leer el párrafo introductorio, y como docente del PFG Comunicación Social, con responsabilidad ante el futuro de mis estudiantes, me pregunto: ¿la comunicación (verdaderamente social) no es un área prioritaria? Cuando el gobierno reconoce no solo el poder de los llamados medios de comunicación sino muchas veces su ineficacia ante el terrorismo mediático, ¿está reconociendo que la comunicación es un área prioritaria?
No creo que alguien dude de que la comunicación sea prioritaria y verdaderamente estratégica en esta guerra de 4ta y ya 5ta generación. Sin embargo, no entiendo cómo es que no entra en las áreas prioritarias del MPPEUCT. Repito, si la guerra ocurre sobre todo en las mentes, ¿cómo es que no es un área prioritaria la investigación en comunicación social? ¿Es que el problema es tan evidente que no se ve?
A mi entender son varios los factores que impiden reconocer el problema:
Primero, un concepto equivocado de comunicación social, funcional para el capitalismo pero que priva sobre otras concepciones, incluso adversas ideológicamente. Es decir, todos –de derecha o izquierda– usan el mismo.
Segundo, un concepto de “productividad” restringido, que parece estar constreñido a bienes materiales.
Tercero, como la comunicación es por lo anterior “improductiva” entonces no es estratégica, ni prioritaria ni de alto impacto, por lo que no vale la pena invertir de manera suficiente o como en verdad lo amerita en Investigación para el Desarrollo (I+D).
Cuarto, como el concepto de comunicación hegemónico está controlado por el capital cualquier comunicación anticapitalista (como la que hasta ahora se ha implementado) será reactiva y se expresará básicamente con las “mismas” herramientas aunque, claro está, desiguales en número y calidad. De paso, a esto de manera errada se denomina: guerrilla comunicacional. La guerra es asimétrica cuando se tiene control asimétrico del territorio: la guerra no es asimétrica porque tengamos una honda mientras el enemigo tiene bombas nucleares. De modo que, mientras no tengamos control territorial la guerra seguirá rindiendo frutos al capitalismo.
Como consecuencia de esta concepción errática de “guerra de guerrillas”, de combate contra el terrorismo mediático, es que desde el MINCI no se ha podido generar una estrategia que verdaderamente se plante con posibilidad de triunfo ante la hegemonía de los medios. Gráficamente el problema es que estos controlan físicamente el 80% del espectro, mas simbólicamente cerca del 100%; no obstante, le queremos hacer frente con altavoces, murales y pitos.
Podemos enumerar más, pero con lo dicho es suficiente para emprender algunas estrategias estructurales. En primer lugar, el concepto de comunicación debe recuperar su base antropológica[1], la cual permitiría estudiar las relaciones, las redes y los intercambios intersubjetivos, y daría perfecta cuenta de la comunicación hecha en las comunidades con fines comunitarios. En ese sentido, la comunicación debe dejar de ser una mercancía y muy al contrario constituir parte fundamental de los procesos vitales. Vale decir, la comunicación debe ser un factor determinante en la educación, el trabajo, la fiesta y la memoria colectiva.
En segundo lugar, el Estado y las instituciones preocupadas por la economía deben ampliar el concepto de productividad, y abarcar no solo la producción de bienes y servicios “materiales” sino la producción de “bienes” simbólicos. Hasta ahora, debido a la hegemonía de la comunicación mediática, la producción de bienes simbólicos ha estado en manos de los grandes medios, mientras que el pueblo a lo sumo permanece a la defensiva y/o en resistencia. Para revertir esta situación, debemos “producir” bienes simbólicos (ya lo estamos haciendo, por ejemplo, con la Villa del Cine o el Sistema de Orquestas…) pero como se dijo arriba, la guerrilla es –también y sobre todo– territorial, de modo que la producción debe suceder localmente, comunitaria y comunalmente.
Valga apuntar que en el área de la comunicación hegemónica, la producción de bienes y servicios es material pues se enfatizan las telecomunicaciones, los equipos tecnológicos, la infraestructura comunicacional, etc. La producción simbólica es, pues, muy distinta y es indudable la supremacía del capital, pese a los “poderes creadores del pueblo” históricamente inviabilizados por los medios y las industrias culturales.
En tercer lugar, una vez comprendido lo anterior se requiere el financiamiento de experiencias productivas novedosas, inéditas, porque se trata –insisto– de iniciativas de producción simbólica, pero para lograr acceder a estos financiamientos dicha producción debe ser considerada estratégica, de alto impacto y prioritaria.
En cuarto lugar, y dado lo anterior, los diversos proyectos de producción simbólica van más allá de lo reactivo y coyuntural y se colocan estructuralmente en la médula de la guerra del capital contra el trabajo, del capitalismo contra el socialismo, del imperio contra la revolución. La producción simbólica territorializada, comunitaria y comunal actuará no solo en las campañas contra el terrorismo mediático sino que colocará en las “mentes” del pueblo productor (de bienes materiales e inmateriales) los símbolos profundos de la resistencia.
El territorio, los pueblos, las comunidades, deben ser activados en la producción simbólica que, en red, restituyan los tejidos de la memoria social y colectiva, única capaz de conferir no solo la unidad necesaria para la soberanía sino la unidad diversa y plural que es garantía de la autonomía.
En el objetivo de construir una comunicación popular que participe en la reconstitución de los tejidos sociales que permitan el surgimiento de una economía popular, llena de los saberes, de las tradiciones, de la expansión y el cultivo de tecnologías nacidas del conocimiento de los territorios; en fin, para el nacimiento de una memoria que se hace una con la tierra y reproduce la vida, es perentorio que nosotros asumamos la construcción de la comunicación y el manejo de las herramientas desde escuelas comunitarias que son expresión concreta de la UBV en la comunidad y de cómo la comunidad se expresa en la UBV, en una sinergia que nos habla del nacimiento de una nueva idea de universidad. En estos términos el Plan de la Patria persigue (2.5.7.3) «Consolidar la regulación social de los medios de comunicación como herramienta para el fortalecimiento del poder popular, promoviendo e impulsando el Sistema Nacional de Comunicación Popular (radios y televisoras comunales, periódicos comunitarios, ambientalistas, obreros, juveniles, partidistas, sindicales, campesinos, entre otros) como espacio para la articulación de significados y relaciones producidas desde la práctica de la comunicación social y humana, con el fin de transformar la realidad desde el Poder Popular organizado.»

3.    JUSTIFICACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN

Proyectos socioproductivos
Históricamente las universidades han estado articuladas al llamado “mercado laboral” controlado por los dueños del capital. La UBV, está claro, no puede participar de igual a igual, o como lo hacen las universidades que llamamos tradicionales en esta profesionalización dirigida y controlada por intereses económicos ajenos al interés y a las necesidades de las mayorías. Con otras palabras, ni nació para egresar mano de obra calificada ni puede “competir” con las otras universidades en la colocación de personal. Es otra la función que nos toca.
En efecto, debemos participar en la construcción de la economía socialista y para ello el Estado ha previsto en el Plan de la Patria
2.5.3.2 Planificar y ejecutar la participación en los procesos económicos estimulando las distintas expresiones de la economía y el desarrollo endógeno, mediante cooperativas, cajas de ahorro, empresas de propiedad social, colectiva y mixta, mutuales y otras formas.
Viendo estas formas, nos parece que en el caso de grupos de estudiantes organizados y formados para participar en la economía comunal han de hacerlo creando empresas sociales, y específicamente de propiedad directa comunal. Estas organizaciones están explicadas con detalle en la Ley Orgánica del Sistema Económico Comunal, de modo que yendo al grano podemos decir: el grupo de estudiantes que integran una sección de Proyecto debe avanzar hacia la constitución de una empresa de propiedad directa comunal, definida como: unidad socioproductiva, constituida por las instancias de Poder Popular en sus respectivos ámbitos geográficos, destinada al beneficio de los productores y productoras que la integran, de la colectividad a las que corresponden y al desarrollo social integral del país, a través de la reinversión social de sus excedentes. Y cuya  gestión y administración es ejercida por la instancia del Poder Popular que la constituya[2].
La precisión es pertinente porque consideramos que se requiere un plan o una ruta procedimental que nos permita construir desde las bases la economía socialista. Y una de las bases sin duda es la UBV y su formación para el desarrollo estratégico. Además, es sabido que las universidades tradicionales no están hechas ni quieren de ninguna manera participar en la construcción de una economía soberana y autónoma con respecto al paradigma económico dominante. Ese papel es el que está llamado a jugar la UBV por lo que debemos delinear una estrategia básica y, sin duda, el impulso y el nacimiento de EPS hace parte de la estrategia nacional y revolucionaria prevista en el Plan de la Patria para crear las redes socioproductivas que darán al traste definitivo, estructural, contra la dependencia del capitalismo. Leemos en el Plan de la Patria el Objetivo estratégico 2.2.2.33:
Desarrollar el Sistema Económico Comunal con las distintas formas de organización socioproductiva: empresas de propiedad social, unidades familiares, grupos de intercambio solidario y demás formas asociativas para el trabajo.
Y en el 2.3.6.1:
Generar un tejido productivo diversificado y sustentable que garantice el desarrollo de las comunidades y la nación, mediante la recuperación, reforzamiento, activación y creación de empresas de propiedad social.
La pregunta que cabe hacerse es la siguiente: ¿Cómo ha de participar la UBV en este desarrollo? Pues creando distintas formas de organización socioproductiva. En efecto, no podemos esperar a que nuestros estudiantes se gradúen porque una vez ocurrido el egreso los vínculos que antes nos/los unían se disuelven, y el grupo se desintegra no importa cuán unido haya estado en el pregrado. Los nuevos profesionales por miles quedan de su cuenta –a la buena de Dios– saturando el “mercado laboral” con un número creciente de desempleados, naturalmente frustrados. De ahí, por cierto, el espíritu de la Ley de la Juventud Productiva cuando busca brindar facilidades “que les permita a los jóvenes y las jóvenes emprender iniciativas, proyectos y acciones orientadas a la producción de bienes y servicios”[3].
La estrategia de conformar EPS debe ser transversal a la formación universitaria. La cual solo por esto, dista enormemente de la educación tradicional que ha estado históricamente, repito, separada del trabajo productivo y ancilarmente dependiente del “trabajo” explotador (con su binomio estructural empleo-precario/desempleo) que imponen la economía capitalista y en especial las trasnacionales.
Nos toca pues romper este paradigma y construir una educación universitaria para el trabajo productivo y esto solo puede ocurrir en la Venezuela bolivariana de hoy instrumentando una estrategia académica que permita –en los cuatro años que dura el Programa de Formación de Grado– la conformación de EPS.
Obsérvese que esta educación universitaria para el trabajo pudiera confundirse con la neoliberalización de las Universidades que propugna el Plan Bolonia[4]. En efecto, en las universidades controladas por las trasnacionales los estudiantes son preformados para la competencia capitalista y de alguna manera la formación está modelada por los intereses de las empresas capitalistas que incuban en las universidades su futura e inmediata mano de obra calificada.
Lo que nos toca sin embargo es bien diferente, pues las EPS no dependen de trasnacionales, son empresas que nacen del diagnóstico comunitario, de las necesidades comunales. Cada EPS es diversa, plural y autónoma y se sabe articulada a una economía en escala que busca la soberanía y la independencia nacional.

4.    FUNDAMENTOS TEÓRICOS
La respuesta contrahegemónica al capitalismo es producir una alternativa: la economía socialista. Desde la perspectiva de la educación el socialismo requiere la construcción de escuelas y universidades territorializadas en las cuales se construya, en virtud de la nueva geometría del poder un modelo de desarrollo y de economía en el sentido más propio del término, que persiga la satisfacción de las necesidades humanas -no las del capital-, otro estatus del conocimiento y, en consecuencia, otra comunicación. Ello se corresponde con una visión humanista que indica el alcance y horizonte histórico que proyecta el socialismo. Horizonte histórico cuyo objetivo es recuperar la condición ética de la existencia humana. Principio básico para rescatar el trabajo de las redes de producción de mercancías, reconvirtiéndolo nuevamente en una parte del desarrollo humano integral (Roitman R., 2007:128)
En ese sentido, hablamos desde el paradigma del pensamiento crítico de una comunicación territorializada, producida por sujetos en contextos productivos autogestionarios, sujetos de la economía comunitaria, emancipados, dueños de su destino, no explotados ni reducidos a servidumbre por el capital. Constructores en común de la vida de todos, para todos. Una comunicación que permite la cultura (o cosmovisión, «el enfoque que un grupo humano quiere darle a su experiencia»), la convivencia (las relaciones «que permiten la participación y la ayuda mutua»), la comunalidad que facilita el consenso, el compartir y la coordinación (Agosto, 2006:60-61).
Compartir «implica que todos participen de los conocimientos e informaciones para enriquecer la creación y recreación de la producción, industrialización, comercialización y consumo». En base a estos principios queda definida la nueva Universidad, o en el sentido de De Sousa Santos (2008) la pluriuniversidad, en la que los ciudadanos organizados fomentan, promueven y logran «articulaciones cooperativas entre la universidad y los intereses sociales que representan». Este sujeto plural tiene históricamente
…una relación distante y a veces hostil con la universidad, precisamente, como consecuencia del elitismo de la universidad y de la distancia que esta cultivó durante mucho tiempo en relación con los sectores concebidos como no-cultos de la sociedad (De Sousa (2008:80)
Es un protagonista cuyo hacer apunta a consolidar «la responsabilidad social de la universidad en la línea del conocimiento pluriuniversitario solidario».
4.1. Pensar lo económico
En ese sentido, se debe orientar la economía en función de la vida concreta en torno al oikos[5], lo que «implica una política de descentralización en la producción; a la vez, mayor democratización en el proceso de decisiones sobre qué y dónde se produce», obviamente ello depende de las particularidades locales, nacionales y regionales (Dierckxsens, 2006:147).
En esta dirección, el proyecto bolivariano se plantea entre otros, estos objetivos históricos:
- Cohesionar las fuerzas sociales en productores asociados, haciéndoles responsables de prácticas productivas y administrativas autogestionadas.
- Sustituir la concentración y centralización de la toma de decisiones por una genuina autonomía descentralizada que alcance hasta las comunidades locales
La descentralización en la producción implica, como vemos democratización y autonomía. Es aquí donde ubicamos la movilización, el pensar-hacer haciendo y, en términos de comunicación –ahora sí verdaderamente social-, la construcción de la subjetividad socialista sobre la base de la construcción de modos de vida alternativos.
4.2. La escuela-articulación
Creemos con Miguel Mazzeo (2007:65):
…que la autonomía es básicamente el modo de la construcción social y política popular por fuera de la lógica del sistema. Es el único modo que se corresponde con un proyecto radical de liberación de las clases subalternas, con el socialismo, ya que sería imposible avanzar en este proyecto por el camino de las transacciones permanentes con el pensamiento, los valores y la subjetividad del sistema (Mazzeo, 2007:65)
La des-centralización, la autonomía, el autogobierno no pueden concebirse sino en el marco de una nueva escuela-articulación, topus constituido por el cruce de múltiples interacciones, las cuales (se) van tejiendo (con) el conocimiento situado, local, estratégico, territorializado. «Una economía alternativa en función de la vida tiene como punto de partida la particularidad y la localidad, y no puede partir de la totalidad como hace la planificación central» (Dierckxsens, 2007: 75)
Obviamente, el conocimiento así producido no está atado a redes mercantiles, a patentes, a derechos de autor, a la propiedad privada. Es un conocimiento para ser usado, y que se valora en la medida en que es útil. Más allá del utilitarismo o el pragmatismo, perversiones de un sistema –el capitalista- donde lo vital (lo útil y práctico) es negado porque se privilegia y sobre-valora lo inútil e impráctico (cuando no lo fútil)[6], reduciendo a la categoría de inútil precisamente lo que permitiría a las comunidades producir modos de vida desalienados, no en beneficio del capital y para la acumulación de riquezas sino para la consecución de los principios y fines de la vida. El capitalismo invierte las cosas, como sabemos: lo necesario resulta (para el capitalismo) innecesario y hasta ridículo (y por tanto es reprimido y aun desechado); y lo innecesario se torna necesario y hasta ‘vital’ (y se precisa ganarlo incluso al precio de la vida).
La idea de la educación útil se ajusta a lo planteado por Simón Rodríguez, según lo comenta Juan Rosales Sánchez (2007:47-48) cuando marca la diferencia entre ‘instrucción’, como lo meramente instrumental, y la ‘educación’ que permitiría el buen uso de los conocimientos proporcionados por la instrucción. Educar es ‘crear voluntades’, preparar para la vida moral a los individuos, capaces de tomar decisiones, en fin, «seres sociales» (Rosales, 2007:31). Además, los conocimientos producidos «deben ser usados, más aún, adaptados a las condiciones existentes en la realidad americana».
Desde esta perspectiva, que es la del ejercicio y construcción del poder popular, la escuela-articulación coincide con lo planteado por Mazzeo (2008:148-149) cuando habla de la generación de «espacios de sociabilidad alternativos» al capital y que funcionen como «metabolizadores generales de una política popular para el conjunto de la sociedad». Espacios para «erradicar la competencia» y hacer posible «un nexo social no basado en el valor de cambio y vínculos humanos no objetivados por el dinero»; igualmente, espacios de «intersubjetividad horizontal densa», «terapéuticos para el sujeto popular».
La escuela-articulación sería una instancia o núcleo de poder popular donde se generarían las condiciones «para una vida social por fuera del nexo (material) del capital, por fuera del valor de cambio (que transforma las relaciones entre personas en relaciones entre cosas)». Además, permitiría el re-encuentro de los pobres, de los explotados, de los oprimidos, del pueblo[7] en función de fortalecer su unidad, su conciencia de clase, su «carácter de antagonista con respecto al capital».
En este sentido, el conocimiento útil y práctico que se desarrollaría en la escuela-articulación, permitiría no solamente la producción territorializada de alimentos, medicinas, casas y vestidos, sino también y por eso mismo, poesía y filosofías territorializadas, puestas en común y en movimiento, esto es, articuladas.
Lo que decimos sobre el conocimiento útil y práctico, es lo mismo que refiere Arturo Escobar (2000) cuando habla del conocimiento como «una actividad práctica, situada, constituida por una historia de prácticas pasadas y cambiantes», es un conocimiento que depende de estas prácticas y no de un «sistema formal de conocimientos compartidos, libres de contexto». Es, también un conocimiento corporeizado y lo constituyen «experimentos de vidas». Es un conocimiento que nos ayuda a «desmontar la dicotomía entre naturaleza y cultura, la cual es fundamental para el dominio del conocimiento experto en consideraciones epistemológicas y gerenciales». Esta dicotomía dice Escobar, emerge «como una de las fuentes de otros dualismos predominantes desde los que están entre la mente y el cuerpo, y la teoría y la práctica, hasta los del lugar y el espacio, el capital y el trabajo, lo local y lo global». Conocer es siempre «experiencia arraigada que se lleva a cabo en un trasfondo histórico» y nuestra escuela-articulación debe ser un espacio donde coincidan de manera ininterrumpida «nuestra existencia, nuestro hacer y nuestro saber».
5.    OBJETIVOS DE INVESTIGACIÓN (general y específicos)

5.1 General
Contribuir a la construcción de un marco teórico para la praxis socioproductiva en el PFG Comunicación Social de la UBV

5.2. Específicos
Indagar el estatus de la producción social de comunicación entre los diversos actores que componen el PFG Comunicación Social de la UBV Eje Cacique Mara

Diseñar un modelo de colocación en el circuito económico comunal y socialista de la producción de comunicación social

Presentar una propuesta para la articulación de la UBIP con la economía productiva


6.    METODOLOGÍA

Con el proyecto se busca contribuir a la construcción de una visión socioproductiva para el PFG Comunicación Social, para lo cual se requiere de un consenso respetado por todos y enmarcado en los esfuerzos nacionales para una economía productiva no rentística que persigue trascender la dependencia del petróleo y reafirmar nuestra soberanía.
En ese sentido se trata de impulsar un acuerdo cuyo horizonte de implementación requiere un cierto margen de tiempo; un acuerdo que involucre a los actores del PFG (estudiantes y docentes).
En síntesis, buscamos:
1. Partir siempre de la realidad y de la experiencia de los sujetos.
2. Generar un proceso lúdico y creativo de reflexión y análisis sobre las creencias, actitudes y prácticas.
3. Volver a la realidad con nuevas formas de actuar sobre ella.
Como investigador facilitaré procesos propios de la metodología participativa, cuya naturaleza es la de promover la participación, la reflexión y el diálogo de todas las personas incluidas en el proceso.


7.    REFERENCIAS CITADAS

- AGOSTO, Patricia (2006) El zapatismo: Hacia una transformación cooperativa «digna y rebelde». Monte Ávila: Caracas, Venezuela, 2006

- DIERCKXSENS, Wim (2007) La transición hacia el postcapitalismo: el socialismo del siglo XXI. El Perro y la Rana: Caracas, Venezuela

- ESCOBAR, Arturo (2000) «El lugar de la naturaleza y la naturaleza del lugar». En: La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. (Comp.) Edgardo Lander. CLACSO: Buenos Aires, Argentina

- GRÜNER, Eduardo (2002) El fin de las pequeñas historias. De los estudios culturales al retorno (imposible) de lo trágico. Paidós: Buenos Aires, Argentina

- MAZZEO, Miguel (2008) El sueño de una cosa (Introducción al Poder Popular) El Perro y La Rana: Caracas

- ROITMAN Rosenmann, Marcos (2007) Las razones de la democracia en América Latina. Editorial de Ciencias Sociales: La Habana, Cuba

- ROSALES Sánchez, Juan (2007) La República de Simón Rodríguez. El Perro y la Rana: Caracas, Venezuela






[1] “Perspectiva antropológica de la comunicación. Una crítica a la comunicación mediática”, en http://josejavierleon.blogspot.com/2015/01/perspectiva-antropologica-de-la.html


[2]Ley orgánica del sistema económico comunal”, ver en http://www.safonapp.gob.ve/?wpfb_dl=4
[3] “Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley para la Juventud Productiva”, en http://www.minci.gob.ve/wp-content/uploads/2014/11/encarte-Ley-juventud-web-21-11-14.pdf

[4]Con el argumento de que la educación debe atender a las demandas sociales, se hace una interpretación claramente reduccionista de qué sea la sociedad, poniendo a la escuela y a la universidad al exclusivo servicio de las empresas y se centra la formación en preparar el tipo de profesionales solicitados por estas. Las competencias preidentificadas por el mercado de trabajo están dominando la reforma del currículo de la educación superior al servicio de una mayor competitividad económica. Es obvio que hoy en día toda persona necesita aptitudes y competencias adecuadas para moverse en el difícil mundo laboral…” Leer más en “El plan Bolonia: la nueva meca del capitalismo académico” en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=82276 
[5] Oikos: «Ese fundamento arcaico que excede a la ley y no puede nunca ser completamente sometido a ella. (…) El radical etimológico de la palabra ‘economía’» (Grüner, 2002:311)
[6] Karl Marx: «En nuestra época, lo superfluo es más fácil de producir que lo necesario» (Citado por Lander, 2008:185)
[7] Pueblo es «la clase sometida que lucha» (Mazzeo, 2008:41)

miércoles, 23 de marzo de 2016

Desde la Colonia tenemos intacta el hambre de importar bienes suntuarios

UBV Eje Cacique Mara
CICLO DE CHARLAS: EN DEFENSA DE LA PATRIA,
EL PUEBLO A LA VANGUARDIA.
Lunes 14 de marzo:
Tema: EL MODELO ECONÓMICO VENEZOLANO 1908-2016
Ponentes: Prof. José Padrón y Prof. José Javier León.
Moderador: Prof. Oscar Tirado.
Lugar: Sede Universidad Bolivariana de Venezuela.
Edificio Simón Rodríguez Aula 6. Hora: 9:00 am

Intervención de
José Javier León


 Quería hoy traer un planteamiento que me ha servido para comprometerme mucho más con mi Universidad, con mis estudiantes, porque entiendo que si logramos trascender el modelo económico vamos a tener una Venezuela Potencia, soberana. Ese esfuerzo que hoy el Ejecutivo Nacional y las fuerzas productivas del país están generando, está tratando de remontar siglos de dominación.

Leí hace tiempo en un libro de Miguel Izard algo que me asombró; cuando nace Venezuela lo hace como Capitanía General, distinta a los Virreinatos, la Capitanía es una institución prácticamente militar y en nuestro caso funcionaba como una cabeza de playa que los españoles instalaban en algunos puntos de la geografía del Continente con el objeto de penetrar y explotar. Éramos pues eso, una Capitanía General. Pero Nueva Granada, México y Perú eran Virreinatos, lo que significa que los europeos habían logrado  instalar una suerte de Cortes que les hacían familiar su vida europea, pero Venezuela era prácticamente un cuartel. Sin embargo, decía Izard, que en esta Capitanía se importaban [per cápita] más artículos suntuarios o para el uso de las clases sociales altas, provenientes de Europa, que los que importaban los dichos virreinatos[1]. O sea, los ricos de aquí, que vivían en esta Capitanía, se daban más lujos y pompas que los que vivían en los virreinatos, vale decir, aspiraban a vivir en un virreinato pero su frustración era que se trataba tan sólo de una capitanía general. A mí ese dato me dice mucho, porque el hambre de importación de objetos suntuarios no ha cesado, sigue intacta, seguimos importando objetos que no necesitamos pero en una cantidad que nos haga sentir que somos una sociedad rica o palaciega.

El otro dato importante que he leído por allí, es que los europeos cuando empiezan a conquistar y a tomar posesión de los territorios americanos y, sobre todo, en las islas del Caribe, instalan y traen el cultivo de la caña de azúcar que, como deben saber, es extensiva, es decir, requiere de ocupar grandes extensiones de tierra[2]. Pero además trajeron la tecnología de los trapiches donde se procesa o procesaba la caña de azúcar. Al pasar el tiempo, las generaciones nacidas en las islas se comenzaron a sentir propietarias de esos trapiches  y los franceses e ingleses especialmente, dijeron, si se sienten propietarios los van a tomar para sí, se van a apropiar de esa tecnología y si tienen la plantación y los esclavos para trabajar la tierra, o sea, si tienen los elementos que garantizan la producción y además se sienten propietarios de la industria obviamente tomarán posesión por entero de la economía. Ello hizo que los protocapitalistas europeos desmantelaran los trapiches y los instalaran en Francia e Inglaterra de modo que condenaron a las islas a producir la materia prima y a llevarla en barco a Europa donde se procesaba industrialmente para regresar el azúcar refinado. Ello implicaba que las islas no se desarrollaron tecnológica e industrialmente y que se seguía desarrollando tecnológica e industrialmente Europa. Consecuencia de ello es que se consumían productos ya elaborados, el azúcar por ejemplo, que no se procesaban en América.

Ese es otro dato importante, porque los europeos tomaron como elemento central de su expansión, conquista y colonia, que no se instalaran en América, industrias. Estos dos elementos: el hambre de importación sumada a la no industrialización, ¿qué provoca? Una sociedad no industrializada y dependiente.

Eso ocurrió desde los años 1600 y no hemos logrado trascender el modelo importador ni el modelo de no industrialización. El primero tal vez sea ya parte de nuestra idiosincrasia, me refiero a esa necesidad de importar lo que no necesitamos, como el trigo, por ejemplo, pero lo otro es más serio: es la no capacidad de instalar industrias para procesar materia prima, toda vez que los europeos entendieron que eso podía significar la independencia económica de los nacidos en América.

Lo mejor entonces era que mantuvieran una condición pre-industrial, lo cual conllevó que la tecnología que se desarrolló entre los campesinos y pequeños artesanos era muy tosca, al menos en la Capitanía General de Venezuela la artesanía u orfebrería no cultivó el acabado de los objetos ya que estos se consideraban a lo sumo como objetos de uso cotidiano, empleados fundamentalmente en las faenas de trabajo, mas no había una necesidad de carga estética, digamos un “plus” que se le añade a las cosas para que sean más atractivas, más sugerentes, etc. En los virreinatos, donde había un manejo del tiempo para el lujo, sí había orfebrería y artesanía, vale decir, trabajo manual elaborado. Fíjense en las catedrales peruanas, mexicanas, colombianas, las cuales tienen mayor acabado, por lo que resultan más barrocas, pero nuestras iglesias en cambio tienen las paredes lisas o desnudas, sin arabescos, sin adornos, y ello porque en definitiva Venezuela era un cuartel y no había necesidad de ornar nada. Sin duda esto repercute en la imaginación y la fantasía del pueblo que no tiene necesidad de inventar nada porque todo es plano, frío, utilitario y ya, y podemos decir que es una consecuencia particular que les trajo a los venezolanos la conquista y la colonia.

Todo eso pesa sobre nosotros y (haciendo un salto histórico gigantesco) sobre la Universidad que tenemos. En efecto, nuestra universidad y no sólo la Bolivariana que tan sólo tiene 13 años, sino las centenarias como la UCV, la ULA, LUZ, de alguna manera han padecido ese peso histórico de lo que les he hablado, universidades que no tienen la capacidad de generar industria ni conocimientos vinculados a procesos económicos. Es decir, tenemos y heredamos una idea o concepción de Universidad dependiente de una economía ajena a la Universidad.
No tenemos, repito, una Universidad conectada al aparato industrial, y eso es un problema de nacimiento, no de ahora. Nuestras universidades producen profesionales fundamentalmente para el área de servicios o el que llaman Tercer Sector. Nosotros difícilmente generamos profesionales para la industria y nuestros tecnológicos son muy precarios, mas eso nos viene de siglos atrás y tiene que ver con la incapacidad histórica de tener una tecnología propia, articulada a procesos económicos propios.

Pero esa economía de servicios está conectada al sistema capitalista, porque la industria que es la base de la economía sigue estando en los países centrales, en Europa, en EEUU, en los centros de poder, exactamente como aquellos trapiches de los que les hablé hace algunos instantes. El trapiche sigue estando en Europa, para decirlo con la metáfora del inicio, aunque no es una metáfora sino una realidad. O sea, la fábrica de autos, la fábrica de fábricas, siguen instaladas afuera.

Nosotros como Estado hemos iniciado procesos de transferencia tecnológica, pero eso tiene sus limitantes porque quien tiene la tecnología no la vende toda, vende partes, y lo que vende no incorpora todo el conocimiento que le es inherente y ello porque el conocimiento es poder, y quien lo tiene, tiene el poder. Obviamente, quien tiene el conocimiento sobre determinadas o específicas áreas detenta el poder sobre las mismas, y más allá están las patentes, es decir, quien crea el conocimiento lo patenta y en ninguna parte del mundo se puede usar esa tecnología sin adquirir el derecho a usar determinada patente. Por lo que por supuesto, pueden bloquear el uso de las mismas. Insisto, quien controla la tecnología, controla el conocimiento sobre dicha tecnología. De ahí que las veces que hemos buscado transferencia tecnológica sea de países aliados, de países hermanos o que la dinámica geopolítica a convertido en aliados, por ejemplo China, Irán, Rusia, Bielorrusia, países que en el movimiento geopolítico se tornan amigos y aliados, y por eso los ataques del Imperio norteamericano buscan romper esas alianzas, sencillamente porque no le interesa perder el mercado cautivo que somos nosotros. Mercado cautivo porque no tenemos industrias y porque con la materia prima prácticamente no podemos hacer nada sino venderla.

La gran industria nuestra es por ejemplo, PDVSA. Podemos como ustedes saben procesar gasolina, combustible, porque tenemos el control sobre la industria, pero ese control lo ganamos en el 2002 luego de echar atrás el golpe que le dieron al presidente Chávez y luego de vencer a la derecha nacional e internacional en el sabotaje petrolero que se extendió desde diciembre 2002 hasta marzo de 2003. Eso hay que recordarlo porque sólo fue a partir de entonces que pudimos decir “PDVSA es Nuestra”. Por eso es que, y vaya como un dato no más, ustedes no ven colas en las gasolineras: la gasolina es casi que el único producto regulado que para consumirlo no hay que hacer cola. ¿Por qué? Sencillamente, porque el Estado y el Gobierno controlan todo el circuito: la explotación, el procesamiento, la distribución y la venta. Ojalá pudiéramos controlar así la harina para hacer las arepas, el jabón, etc. Y pregunto, ¿por qué no controlamos esos otros procesos? Porque las empresas que están detrás son trasnacionales o funcionan como trasnacionales, y en algunos casos están vendidas y son operadas como empresas extranjeras. De ahí que no podamos tener control sobre todos los circuitos de la economía, amén de que históricamente, la capacidad y posibilidad de industrialización ha estado saboteada, coartada, boicoteada. Cada vez que un presidente, Medina Angarita por ejemplo, intenta ejercer soberanía sobre la industria nacional, es sometido a desestabilización y a golpes de estado[3]. Incluso a Pérez Jiménez, cuando asomó tener un mínimo de potestad sobre el petróleo, le sobrevino su derrocamiento. Ciertamente, mientras fue una ficha dócil a los intereses de los EEUU, gobernó en “paz”, pero cuando empieza a cambiar la geopolítica y aunque dictador comienza a tener atisbos de soberanía, es defenestrado del poder.

En fin, lo que buscaron los europeos antes y lo que persigue el imperialismo norteamericano hoy es que los países en general y el nuestro en particular no se desarrollen industrialmente, porque esa condición de dependencia garantiza el subyugamiento.

¿Qué nos toca como Universidad? Empezar a participar más activamente en los procesos productivos en y desde los Programas de Formación de los que formamos parte. Debemos encontrar en las dinámicas de nuestros PFG el perfil productivo: cómo nos convertimos en una Universidad Productiva.

En lo particular estoy muy emocionado con esa idea y desde el área de la comunicación estoy motivando que mis estudiantes aprendan a producir lo que les toca producir: comunicación social, que más que consumidores sean productores, y para ello deben desarrollar, por ejemplo la tecnología de la producción audiovisual. De hecho, el taller que hoy instalamos está enmarcado en esa dirección[4], porque repito, debemos producir desde donde estamos, desde nuestras trincheras; salir de la formación pasiva, dependiente y encaminada como estuvo siempre a que ustedes se gradúen y sean personal que una empresa X contrata. No, más bien estoy convencido de que nosotros debemos generar emprendimientos productivos y avanzar hacia la producción autónoma, soberana, independiente y según el modelo socialista, en redes de productores asociados, que nos encontremos en dinámicas que rediseñen, que redibujen la economía del país, desde abajo, desde las bases, desde la organización popular. Creo que hacia allá debemos avanzar y la Universidad Bolivariana debe enrumbarse definitivamente en esa dirección.



[1] Dice Miguel Izard, citado literalmente: “Se puede decir que todo producto manufacturado de cierta complejidad era importado, porque su producción externa era mucho más eficiente y barata. [Sólo] había cierta intensidad en la producción de bienes baratos, de escasa calidad y de sencilla elaboración. Es así como se presentaba la paradójica situación de una colona poco poblada, sin grandes riquezas en comparación con otra colonias como Nueva España (México) o Perú, pero que importaba relativamente más que ellas en términos per cápita”. Humboldt precisaba: “México consume en su estado actual, como máximun, 21 ó 24 millones de piastras en efectos extranjeros, es decir, que con una población ocho veces mayor consume apenas cuatro veces más que la Capitanía de Caracas”. En Izard, Miguel. Relaciones de trabajo en la sociedad colonial venezolana. Fundación Centro Nacional de Historia. Caracas. 2009. Pp. 11-112

[2] Eric Williams al respecto se pregunta: ¿por qué la refinación del azúcar crudo no era realizada en la propia fuente, en las plantaciones: “La división del trabajo entre las poblaciones agrícolas en el clima tropical y las operaciones industriales en el clima templado ha sobrevivido hasta nuestros días. El motivo original no tenía nada que ver con la destreza de la mano de obra o la presencia de los recursos naturales. Era resultado de la política deliberada de la metrópoli. La prohibición de la refinación de azúcar en las islas era idéntica a la prohibición de la fabricación de hierro y textiles en el continente. ¿Deben estar los refinadores en Inglaterra o en las plantaciones?, preguntaba Sir Thomas Cliffordf en 1671”. En Williams, Eric, El negro en el Caribe y otros textos, Casa de las América, La Habana, Cuba, p. 191

[3] Reseña Oscar Battaglini los diversos conflictos que se presentaron durante el gobierno de Medina Angarita, entre los cuales destaca el conflicto “Con los intereses económicos y políticos de Estados Unidos, país que a partir de los resultados de la Reforma Petrolera de 1943, la progresiva reafirmación de la soberanía del Estado en esta materia. Y en lo concerniente al comercio exterior e inversiones extranjeras, había comenzado a ver en todo eso un serio obstáculo para el desarrollo, en Venezuela, de su estrategia global de posguerra, y tal y como ésta había sido definida –ahora en su papel de potencia imperialista indiscutida- en las Conferencias de Bretton Woods (1944), en la de Cancilleres Latinoamericanos de Chapultepec, a principios de 1945, y en la de San Francisco de ese mismo año”. En Battaglini, Oscar, El medinismo, Monte Ávila Editores, Caracas, 2004, p. 300