jueves, 4 de junio de 2015

Intervención en la clase inaugural del DIPLOMADO EN COMUNICACIÓN SOCIAL, SALUD COLECTIVA Y DERECHO A LA VIDA

Bien común y buen vivir: la comunicación es la salud de la patria

Hospital Coromoto
02 de junio de 2015

José Javier León

Universidad Bolivariana de Venezuela
PFG Comunicación Social – Sede Zulia

"Lo común, como la salud, la educación, o la vida misma, no pueden ser comercializados porque repito, llega el momento en que se levanta una barrera infranqueable. Entonces la solidaridad, la cooperación, todos los mecanismos que los seres humanos hemos desarrollado como especie para la sobrevivencia son los que debemos de alguna manera recuperar y por eso, espacios como este donde nos reunimos, de modo gratuito, solidario y cooperante, reconstruyen y restituyen la vida humana, nos permiten volver a ser humanos."

Desde hace algún tiempo vengo reflexionando sobre la comunicación, pero vista no exactamente desde los medios o las tecnologías de la información y la comunicación, sino la comunicación como algo propiamente humano, propio de la condición humana, inherente a la especie. Y desde esa perspectiva más antropológica veo y critico la comunicación vía “medios de comunicación”, es decir, busco mirar desde la comunicación como algo humano, la producción de información y comunicación vía medios de comunicación, que es como regularmente los conocemos. Y pienso que esa perspectiva hace que la crítica a los medios sea más efectiva, vaya más al corazón del problema y no nos quedemos sólo en los efectos.
De modo que, en aras de trasmitir la idea central de mi intervención, parto de la comunicación como un hecho antropológico y me pregunto en qué momento de la historia la comunicación comenzó a ser distinta, a no ser una actividad propiamente humana y, desde allí, qué problemas eso ha venido trayendo.
Si preguntamos a la historia cuándo el sentido de la vida comunitaria se rompió, nosotros en América lo sufrimos desde el siglo XVI, con la llegada de los europeos, no sólo de los españoles. Cuando decimos que se rompe el sentido de comunidad es que las personas que vivían en comunidades dejaron de vivir de esa manera, es decir dejaron de estar relacionados con sus entornos vitales. La Conquista significó el desmembramiento del vivir comunitario.
¿Qué es lo que significa vivir en términos comunitarios? Significa una relación vital, orgánica con los territorios, con la tierra. La comunidad está estrechamente vinculada a los entornos. Sin territorio, la comunidad es virtual, aérea, y por lo tanto no está asentada ni funda arraigos en una localidad.
Esto que digo tal vez nos remonta a unas formas que podemos calificar de remotas, pero eso no quiere decir que no existan comunidades hoy y que, mirando históricamente, no tengamos un reto como sociedad, como civilización, en el hecho de retomar condiciones de vida comunitaria necesarias para la sobrevivencia de la especie.
Que el proceso de desmembramiento de la vida comunitaria se haya iniciado en el siglo XVI y que hoy continúe no quiere decir que los seres humanos no necesitemos retomar formas de vida comunitaria para salvarnos. Lo concreto es que buena parte de los problemas que tenemos y que afectan la salud, tienen que ver con la pérdida de la vida comunitaria, con la descomposición de la vida humana en el planeta.
De modo que tenemos un reto civilizatorio: salvar la especie humana; ahora bien, eso es imposible si no retornamos, si no recobramos formas de vida comunitaria. Es decir, implicaciones, correspondencias, articulaciones con los territorios, elementos que el capitalismo para nosotros desde el siglo XVI en adelante, ha ido sistemáticamente destruyendo al crear separaciones, alejando a las comunidades, rompiendo sus relaciones vitales con sus entornos y creando formas de vida y de producción aisladas de los territorios. Esa ha sido la clave fundamental del desarrollo capitalista. 
Cuando llegaron los españoles crearon los Resguardos, las Encomiendas, formas de concentrar indígenas que les impidieron seguir desarrollando sus actividades tradicionales, ancestrales, comunitarias, estos antiguos campos de concentración consistían en tomas de comunidades enteras para trabajar por ejemplo en las minas, un trabajo totalmente ajeno a la idiosincrasia, a la cultura de las comunidades, trabajo que suponía esclavitud y carecía de sentido alguno para los indígenas. La minería sólo podía tener sentido para el europeo que valorizaba los minerales, la plata, el oro, etc., de modo que el trabajo como tal, desde la Conquista en adelante, para los indígenas y para nosotros en América dejó de tener sentido.
Porque una de las cosas que hace la vida comunitaria es relacionar a las personas con su territorio y conferirle sentido al hecho de trabajar, porque cuando se trabaja implicados en los territorios es para la satisfacción de necesidades. El trabajo en el régimen capitalista no las satisface, si satisficiera necesidades no hubiera hambre, el hecho es que el hambre no sólo existe sino que crece ¡y en un mundo que produce siete veces más de los alimentos que necesita! Entonces en el caso particular del hambre, éste no es el problema, sino la producción y distribución que no tiene que ver con la satisfacción de necesidades humanas.
Pero así es con todo. En efecto, cuántas medicinas se producen con las que se podría curar, cuánta investigación se hace para sanar y cuánta para producir y valorizar capital. Cuántas de nuestras actividades laborales se hacen en términos de acumulación de capital y no para satisfacer necesidades. Cuánto tiempo trabajamos en función de la valorización y cuánto se requeriría trabajar para satisfacerlas. Esa diferencia es sustancial y nosotros deberíamos tomar mayor conciencia de eso porque es estratégica, es decir, allí se encuentra la razón del trabajo, la satisfacción de necesidades y es lo que nos permite entender cómo el capitalismo opera para producir medicinas o alimentos más allá de las necesidades y sin importarle un ápice éstas. Medicinas, por cierto, que no curan, alimentos que no alimentan, en fin, formas de vida que son sustitutos, paliativos, formas que de alguna manera atentan contra la propia vida.
Lo sustancial de nuestra reflexión está pues en el hecho de entender en qué momento de la historia nosotros nos separamos de las formas de vida comunitaria, en qué momento ocurre esa fractura y cómo podemos en un giro estratégico y político, reorganizar las formas de vida para reorientarnos hacia formas de vida comunitaria. Allí está una clave, una estrategia, todo un plan que debemos ir considerando en función de salvar la especie.
Nosotros necesitamos retornar a la comunidad y entender que formamos parte de entornos y que nuestro cuerpo participa de ellos. Que nuestra dimensión biológica tiene implicaciones directas en los territorios porque lo que necesitamos es re-unir, religar nuestro cuerpo al cuerpo comunitario, a esa instancia vital que nos re-encuentra en lo que somos como seres humanos.
¿Dónde se puede dar esa relación, esa re-unión? Sólo en vida comunitaria, sólo si trabajamos en función de la satisfacción de necesidades y no en función de valorizar, por ejemplo, el capital que es de lo que se ocupa el trabajo en términos capitalistas.
Entonces la educación, la formación tiene trazado un plan, la reunificación, la reunión de los elementos que hacen posible formas de vida comunitaria. Lo cual pasa por la solidaridad, la cooperación, por los diversos mecanismos con que los seres humanos contamos para poder sobrevivir, es decir, sólo se puede vivir y salvar la especie si recuperamos la solidaridad. Si la lógica es “vender” entonces lo que sabemos llegará un momento en que no se pueda vender o bien alguien que lo necesita no lo podrá saber dado que se establece como una barrera la comercialización, como ya ocurre con la medicina o cualquier cosa. Si la salud, si los bienes esenciales se convierten en mercancía, llega un momento –y a la vista está- que alguien, un país o una sociedad no los pueda adquirir.
Lo común, como la salud, la educación, o la vida misma, no pueden ser comercializados porque repito, llega el momento en que se levanta una barrera infranqueable. Entonces la solidaridad, la cooperación, todos los mecanismos que los seres humanos hemos desarrollado como especie para la sobrevivencia son los que debemos de alguna manera recuperar y por eso, espacios como este donde nos reunimos, de modo gratuito, solidario y cooperante, reconstruyen y restituyen la vida humana, nos permiten volver a ser humanos.
Eso es como se ve todo un proyecto civilizatorio; creo y comparto con muchos que América Latina, nosotros, Nuestra América está construyendo formas de vida comunitaria y está proponiéndole al mundo una manera de habitar, de ser. Creo que esa ventana se ha abierto y muchos están contemplando esa alborada, esa alba.
 Saludo enormemente este encuentro, quiero manifestar el agradecimiento por la invitación y seguro nos encontraremos en alguno de los módulos, para seguir profundizando en estos temas un tanto filosóficos que buscan comprender históricamente qué comunicación necesitamos para volver a ser humanos y, así, cumplir el dictado del 5° Objetivo Histórico del Plan de la Patria, salvar el planeta.

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