Hospital
Coromoto
02 de junio
de 2015
José Javier León
Universidad Bolivariana de Venezuela
PFG Comunicación Social – Sede Zulia
"Lo común, como la salud, la educación, o la vida misma, no pueden ser comercializados porque repito, llega el momento en que se levanta una barrera infranqueable. Entonces la solidaridad, la cooperación, todos los mecanismos que los seres humanos hemos desarrollado como especie para la sobrevivencia son los que debemos de alguna manera recuperar y por eso, espacios como este donde nos reunimos, de modo gratuito, solidario y cooperante, reconstruyen y restituyen la vida humana, nos permiten volver a ser humanos."
Desde hace algún
tiempo vengo reflexionando sobre la comunicación, pero vista no exactamente
desde los medios o las tecnologías de la información y la comunicación, sino la
comunicación como algo propiamente humano, propio de la condición humana,
inherente a la especie. Y desde esa perspectiva más antropológica veo y
critico la comunicación vía “medios de comunicación”, es decir, busco mirar desde la
comunicación como algo humano, la producción de información y comunicación vía
medios de comunicación, que es como regularmente los conocemos. Y pienso que esa
perspectiva hace que la crítica a los medios sea más efectiva, vaya más al
corazón del problema y no nos quedemos sólo en los efectos.
De modo que, en aras de trasmitir la
idea central de mi intervención, parto de la comunicación como un hecho
antropológico y me pregunto en qué momento de la historia la comunicación comenzó a ser
distinta, a no ser una actividad propiamente humana y, desde allí, qué problemas
eso ha venido trayendo.
Si preguntamos a la historia cuándo
el sentido de la vida comunitaria se rompió, nosotros en América lo sufrimos
desde el siglo XVI, con la llegada de los europeos, no sólo de los españoles.
Cuando decimos que se rompe el sentido de comunidad es que las personas que
vivían en comunidades dejaron de vivir de esa manera, es decir dejaron de
estar relacionados con sus entornos vitales. La Conquista significó el
desmembramiento del vivir comunitario.
¿Qué es lo que significa vivir en
términos comunitarios? Significa una relación vital, orgánica con los
territorios, con la tierra. La comunidad está estrechamente vinculada a los
entornos. Sin territorio, la comunidad es virtual, aérea, y por lo tanto no está asentada ni funda arraigos en
una localidad.
Esto que digo tal vez
nos remonta a unas formas que podemos calificar de remotas, pero eso no quiere
decir que no existan comunidades hoy y que, mirando históricamente, no tengamos
un reto como sociedad, como civilización, en el hecho de retomar condiciones de
vida comunitaria necesarias para la sobrevivencia de la especie.
Que el proceso de desmembramiento de
la vida comunitaria se haya iniciado en el siglo XVI y que hoy continúe no
quiere decir que los seres humanos no necesitemos retomar formas de vida
comunitaria para salvarnos. Lo concreto es que buena parte de los problemas que
tenemos y que afectan la salud, tienen que ver con la pérdida de la vida
comunitaria, con la descomposición de la vida humana en el planeta.
De modo que tenemos un reto
civilizatorio: salvar la especie humana; ahora bien, eso es imposible si no
retornamos, si no recobramos formas de vida comunitaria. Es decir, implicaciones,
correspondencias, articulaciones con los territorios, elementos que el
capitalismo para nosotros desde el siglo XVI en adelante, ha ido
sistemáticamente destruyendo al crear separaciones, alejando a las comunidades,
rompiendo sus relaciones vitales con sus entornos y creando formas de vida y de
producción aisladas de los territorios. Esa ha sido la clave fundamental del
desarrollo capitalista.
Cuando llegaron los españoles crearon los Resguardos, las Encomiendas, formas de concentrar indígenas que les impidieron seguir desarrollando sus actividades tradicionales, ancestrales, comunitarias, estos antiguos campos de concentración consistían en tomas de comunidades enteras para trabajar por ejemplo en las minas, un trabajo totalmente ajeno a la idiosincrasia, a la cultura de las comunidades, trabajo que suponía esclavitud y carecía de sentido alguno para los indígenas. La minería sólo podía tener sentido para el europeo que valorizaba los minerales, la plata, el oro, etc., de modo que el trabajo como tal, desde la Conquista en adelante, para los indígenas y para nosotros en América dejó de tener sentido.
Cuando llegaron los españoles crearon los Resguardos, las Encomiendas, formas de concentrar indígenas que les impidieron seguir desarrollando sus actividades tradicionales, ancestrales, comunitarias, estos antiguos campos de concentración consistían en tomas de comunidades enteras para trabajar por ejemplo en las minas, un trabajo totalmente ajeno a la idiosincrasia, a la cultura de las comunidades, trabajo que suponía esclavitud y carecía de sentido alguno para los indígenas. La minería sólo podía tener sentido para el europeo que valorizaba los minerales, la plata, el oro, etc., de modo que el trabajo como tal, desde la Conquista en adelante, para los indígenas y para nosotros en América dejó de tener sentido.
Porque una de las cosas que hace la
vida comunitaria es relacionar a las personas con su territorio y conferirle
sentido al hecho de trabajar, porque cuando se trabaja implicados en los
territorios es para la satisfacción de necesidades. El trabajo en el régimen
capitalista no las satisface, si satisficiera necesidades no hubiera hambre, el
hecho es que el hambre no sólo existe sino que crece ¡y en un mundo que produce
siete veces más de los alimentos que necesita! Entonces en el caso particular
del hambre, éste no es el problema, sino la producción y distribución que no
tiene que ver con la satisfacción de necesidades humanas.
Pero así es con todo. En efecto, cuántas
medicinas se producen con las que se podría curar, cuánta investigación se hace
para sanar y cuánta para producir y valorizar capital. Cuántas de nuestras
actividades laborales se hacen en términos de acumulación de capital y no para
satisfacer necesidades. Cuánto tiempo trabajamos en función de la valorización
y cuánto se requeriría trabajar para satisfacerlas. Esa diferencia es
sustancial y nosotros deberíamos tomar mayor conciencia de eso porque es
estratégica, es decir, allí se encuentra la razón del trabajo, la satisfacción
de necesidades y es lo que nos permite entender cómo el capitalismo opera para
producir medicinas o alimentos más allá de las necesidades y sin importarle un
ápice éstas. Medicinas, por cierto, que no curan, alimentos que no alimentan,
en fin, formas de vida que son sustitutos, paliativos, formas que de alguna
manera atentan contra la propia vida.
Lo sustancial de nuestra reflexión
está pues en el hecho de entender en qué momento de la historia nosotros nos
separamos de las formas de vida comunitaria, en qué momento ocurre esa fractura
y cómo podemos en un giro estratégico y político, reorganizar las formas de
vida para reorientarnos hacia formas de vida comunitaria. Allí está una clave,
una estrategia, todo un plan que debemos ir considerando en función de salvar la
especie.
Nosotros necesitamos retornar a la
comunidad y entender que formamos parte de entornos y que nuestro cuerpo
participa de ellos. Que nuestra dimensión biológica tiene implicaciones
directas en los territorios porque lo que necesitamos es re-unir, religar
nuestro cuerpo al cuerpo comunitario, a esa instancia vital que nos
re-encuentra en lo que somos como seres humanos.
¿Dónde se puede dar esa relación, esa
re-unión? Sólo en vida comunitaria, sólo si trabajamos en función de la
satisfacción de necesidades y no en función de valorizar, por ejemplo, el capital
que es de lo que se ocupa el trabajo en términos capitalistas.
Entonces la educación, la formación
tiene trazado un plan, la reunificación, la reunión de los elementos que hacen
posible formas de vida comunitaria. Lo cual pasa por la solidaridad, la
cooperación, por los diversos mecanismos con que los seres humanos contamos
para poder sobrevivir, es decir, sólo se puede vivir y salvar la especie si
recuperamos la solidaridad. Si la lógica es “vender” entonces lo que sabemos
llegará un momento en que no se pueda vender o bien alguien que lo necesita no
lo podrá saber dado que se establece como una barrera la comercialización, como
ya ocurre con la medicina o cualquier cosa. Si la salud, si los bienes
esenciales se convierten en mercancía, llega un momento –y a la vista está- que
alguien, un país o una sociedad no los pueda adquirir.
Lo común, como la salud, la
educación, o la vida misma, no pueden ser comercializados porque repito, llega
el momento en que se levanta una barrera infranqueable. Entonces la
solidaridad, la cooperación, todos los mecanismos que los seres humanos hemos
desarrollado como especie para la sobrevivencia son los que debemos de alguna
manera recuperar y por eso, espacios como este donde nos reunimos, de modo
gratuito, solidario y cooperante, reconstruyen y restituyen la vida humana, nos
permiten volver a ser humanos.
Eso es como se ve todo un proyecto civilizatorio;
creo y comparto con muchos que América Latina, nosotros, Nuestra América está
construyendo formas de vida comunitaria y está proponiéndole al mundo una manera
de habitar, de ser. Creo que esa ventana se ha abierto y muchos están contemplando
esa alborada, esa alba.
Saludo enormemente este encuentro, quiero
manifestar el agradecimiento por la invitación y seguro nos encontraremos en
alguno de los módulos, para seguir profundizando en estos temas un tanto
filosóficos que buscan comprender históricamente qué comunicación necesitamos para
volver a ser humanos y, así, cumplir el dictado del 5° Objetivo Histórico del
Plan de la Patria, salvar el planeta.
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